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Somos un ecosistema que se mueve constantemente. Recibimos miles de informaciones del entorno y las transformamos en energía nutritiva o en desecho. Una parte nos alimenta y la otra la eliminamos. Este proceso es un prodigio de equilibrio entre millones de células del cuerpo y el cerebro que se ponen de acuerdo. Pero algunos elementos y conductas rompen ese equilibrio y hacen difícil eliminar el desecho, que se transforma entonces en material tóxico o, como se dice popularmente, en «toxinas». Entre las causas de que se generen estas toxinas se encuentran, por ejemplo: abusar de alimentos ricos en grasas saturadas o comer en exceso, vivir en un entorno adverso, ser sedentario, precisar medicamentos fuertes, entrar en una espiral de estrés, exponerse largo tiempo a aire contaminado o sufrir un accidente que haya dañado partes del organismo.

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